¡Ay amor!, nadie te mira cara a cara,
lejos los pájaros libres
del verdadero cariño de la vida;
lejos está el sosiego íntegro por la hierba
fresca aún sin alguna sinrazón.
Te hemos transportado todos en nuestras sombras,
vertiginosos, con miedos,
con la lánguida vanidad diaria
y para las mentiras.
Te hemos utilizado, ¡ay amor!,
te hemos abandonado por maquillajes,
tú, lo más alto y bello, desde cualquier tiempo.
Para sumar medallas, para engañar a dulcísimos anhelos,
para agrandar miserias.
¡Ay amor!, ya nadie, nadie te espera para siempre.
( El silencio roto del viento lo va diciendo. )
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