Hoy, como ayer, he revisado en nuestra historia
las ganas de verte, y desamordazarte,
para sellarte el corazón en la memoria
de este leve recuerdo, pues ya el dolor me parte.
A lo lejos se ve, acaso se atenúe, el brillo
inaudito de tus ojos bajo aquel sol estival.
Ciego de mirarlos, te soñaba como un chiquillo
enamorado, cuando no tenías rival…
A veces, bajo el llanto, me pregunto si es verdad
que en la clara tarde clamaba la brisa cálida,
que una noche tibia abrigaba la complicidad,
de la que sólo queda una máscara escuálida.
Cada paso, en cada instante, despierta el temor
de encontrarte una huella, una sucia mano
olvidada, que guíe con el rastro turbio de su olor
hacia la mísera legaña de lo cotidiano.
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