En el lago de sangre
que me abandonaste,
donde lloran los sauces
y me visten las espinas,
arranco de la última rosa
su último pétalo,
mientras le susurro al cielo
tu nombre en un suspiro.
Maldigo ahogado al aire
por mantener mi corazón vivo,
y al sol y a la luna por alumbrar
el castigo de tu olvido.
El viento frío seca mi sangre
y se lleva las lágrimas de los sauces.
Desconsolados ven como muero
despacio, en silencio, solo.
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